Retratos de Bogotá

La lluvia en Carlos Caicedo

Carlos Caicedo. Y camina sobre las aguas. 1978.

Figura 1

Carlos Caicedo. Y camina sobre las aguas. 1978.

La calle, ahora convertida en mar, inunda el encuadre de la imagen. La cantidad de agua impide ver el suelo, solo se pueden ver pequeñas olas provocadas por el tránsito de carros, buses y camiones ahora ausentes. En la mitad, una mujer de espaldas al lente espera solitaria a caminar sobre las aguas, aguarda ante la imposibilidad de llegar a casa sin los zapatos encharcados. Los grises de la foto evocan la tormenta que acaba de pasar, la tempestad que convirtió a una ciudad de montañas, en océano. Esta es la imagen que plasmó Carlos Caicedo en una fotografía de 1978 con el título “Y camina sobre las aguas”, tomada seguramente desde el edificio del periódico El Tiempo en Bogotá.Al igual que esta, varias de las fotografías de Caicedo que retratan la lluvia tienen una especial e intrigante cualidad: se salen de lo común. Los ángulos son inesperados, el fotógrafo se sitúa en lugares que no corresponden con el tradicional formato frontal o de perfil sino que desafían al espectador al hacerlo cambiar su percepción sobre ciertos momentos. Asimismo, las temáticas de sus fotografías se vuelven inusuales porque no siguen los patrones preestablecidos del reportaje ya que sus encuadres singulares y surreales le añaden a la imagen un componente estético que va más allá de mostrar. Se trata entonces de fotografías que se enmarcan en un espacio discursivo en el que tienen una intención de comunicar dentro de esferas que trascienden lo informativo y se adentran en lo artístico, estético y conceptual.

Por esta razón, la obra de Carlos Caicedo es inmensamente relevante para conformar una historia de la fotografía nacional. Además de su reportería gráfica, tiene imágenes como la anteriormente descrita, que representan un componente estético y artístico que debería ser estudiado. Aunque no existe una variedad de fuentes que analicen y se centren completamente en el fotógrafo colombiano, sí hay cuatro fuentes principales para iniciar esa investigación. En primer lugar está la tesis de grado de Natalia Gutiérrez, uno de los documentos más extensos sobre la vida y obra de Caicedo. Luego se encuentran los artículos de las revistas ArtNexus y 070, en los que se habla de Caicedo a partir de entrevistas a otras personalidades del medio.

Sin embargo, en estos textos se exalta mayormente la referencia directa al célebre fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson y la impresionante capacidad de Caicedo de capturar el gran “instante decisivo”, de encontrar momentos precisos para disparar el obturador y captar esa imagen “surreal”. Este planteamiento es problemático porque deja de lado completamente el valor de estas fotografías a parte de su referencialidad, paradójicamente celebrándolas y relevándolas a un plano en la que son un producto meramente derivativo de lo que fue engendrado en un “centro” artístico.

Precisamente debido a este olvido de la trascendencia propia es que este ensayo propone una mirada alternativa a dichas imágenes, ya que se pretende plantear una reflexión sobre las imágenes pensadas como un testimonio y reflejo de una vivencia colectiva como lo es la lluvia. El primer capítulo del libro Liquid Ecologies in Latin American and Caribbean Arts es fundamental para este punto, ya que es un marco para pensar el agua (en este caso la lluvia) como un fenómeno que permite entender una sociedad. Además de esta reflexión, este ensayo busca discurrir acerca las dinámicas que llevaron a esta omisión de significado propio y a la capacidad de estas fotografías de revelar una identidad en la que se reconocen los bogotanos. Para esto, se seleccionaron cinco fotografías, tres de ellas muestran a las personas habitando al espacio anegado (una de ellas es “Y camina sobre las aguas”) y las otras dos son un retrato de la ciudad, de sus calles oscuras, frías, mojadas y encharcadas después del aguacero. De esta manera, se pretende darles un sentido mucho más profundo a las imágenes de Caicedo debido a lo que representan para el arte nacional más allá de la cita a otro gran exponente de la historia de la fotografía global.

En el texto de Lisa Blackmore y Liliana Gómez, se explica que existe una relación entre el agua y su “dimensión histórica, política, ambiental, social, epistemológica y estética”. Se hace un llamado a pensar no sobre el agua sino con ella; entendiendo que el agua no es únicamente un recurso que puede ser explotado sino que puede ser un elemento valioso para comprender las esferas sociales que determinan la relación humano-ambiente y humano-humano. Para pensar con el agua es necesario utilizar conceptos como liquidez, fluidez y viscosidad como metáforas que se traducen en aspectos sociales y culturales. Para este ensayo, se hará uso del término viscosidad como lo define Nancy Tuana, es decir como un estado en el que la materia se resiste a cambiar, a moverse. En ese sentido, nuestra “viscosidad” se centra en la constante subordinación de la obra de Caicedo frente a la de Cartier-Bresson, respecto a la resistencia a reconocerlas como creaciones que, si bien sí tomaron elementos del célebre fotógrafo francés, son en ellas mismas productos con valor propio e inauguradoras de una tradición local. Asimismo, el flujo del agua (de la lluvia) nos lleva a plantear otro aspecto que se encuentra al interior de las fotos; ya que ellas nos llevan a pensar en Bogotá como una ciudad de lluvia, inundada y a nosotros mismos, habitantes de ella y por ende, habitantes de la lluvia en la que fluimos constantemente. Adicionalmente, en el texto se menciona cómo especialmente en América Latina los líquidos han sido una alternativa para representar desigualdades y “asimetrías” en la sociedad, procesos de ruina en los que la separación entre humano y naturaleza se confluyen. Esto se puede entender en cómo las fotografías de Caicedo retratan el momento de la tormenta, en el que el hombre y el agua se ven enfrentados. Asimismo, en las fotografías de la ciudad se ve el momento posterior a este encuentro, se ve la ciudad desolada y vacía con los vestigios de la lluvia.

Carlos Caicedo. Danzando sobre la lluvia. 1965.

Figura 2

Carlos Caicedo. Danzando sobre la lluvia. 1965.

Carlos Caicedo. Sin título, s.f.

Figura 3

Carlos Caicedo. Sin título, s.f.

Teniendo lo anterior en cuenta, las primeras imágenes que se analizarán serán las que muestran la lluvia y a las personas en ella. Como se mencionó, Y camina sobre las aguas es la primera imagen seleccionada; en ella una mujer espera en un charco que parece infinito porque el encuadre no deja ver cuando termina. La segunda fotografía seleccionada se titula Danzando bajo la lluvia, en ella se ve la silueta oscura de un hombre que podría pensarse joven que danza sobre el andén en medio de la lluvia. Allí, el agua también inunda la calle, pues el andén parece más una costa que limita con el mar. En el fondo se puede observar una gran casa y el muro que la separa de la calle, así como dos árboles que adornan el paisaje urbano. En esta imagen se puede apreciar el movimiento no solo del bailarín que está a punto de pisar el suelo, sino también del viento y de cómo éste le da dirección a las gotas que caen. Ambos sujetos (hombre y lluvia) parecen estar en sincronía, ambos están inclinados levemente de izquierda a derecha y llevan un compás que lleva al baile. La tercera foto se desliga de las anteriores, ya que parece ser una fotografía de prensa que carece de título (al menos uno dado por el autor). En ella hay cuatro hombres, dos de ellos bomberos y dos que observan como los otros buscan tal vez destapar una alcantarilla para poder solucionar la inundación del lugar que los rodea. Al fondo se ve un carro y por la falta de luz, ya que parece ser de noche, se alcanzan a divisar lo que probablemente serían casas o edificaciones.

En estas tres fotografías hay un elemento que se mantiene constante: el agua que inunda. Es un aspecto que se repite y que le otorga a la lluvia y al líquido, una cualidad de sujeto activo y en contacto con las personas, ya que afecta e influye directamente en sus vidas. De este modo, a través de las imágenes, se comienza a conformar un perfil de al menos un tipo de vivencia que comparten los ciudadanos bogotanos. Se trata entonces de un retrato de la cotidianidad, una pequeña pero muy diciente muestra de lo que experimentan los capitalinos. Indudablemente se trata de una representación artística e idealizada, pero que por sus valores estéticos logra englobar una vivencia común y obviada a lo largo de la tradición artística nacional. Incluso podría decirse que Caicedo logró captar lo que los demás siempre pasan por alto de la misma manera como lo hizo con las fotografías de los niños en la Plaza de Bolívar, escogiendo instantes precisos que siendo únicos en su aspecto estético son colectivos respecto a la vivencia que retratan. Por esta razón, estas imágenes (sobre todo las dos primeras descritas) son extremadamente valiosas y merecen ser reconocidas por mostrar lo que todos vemos pero nadie se atreve a captar, a realmente observar y entender que son imágenes dignas de ser tomadas. Es decir que se trata de situaciones que aparentemente son tan comunes y corrientes que se dejan pasar porque son “insignificantes”, pero que resultan ser la esencia de lo que se vive y experimenta en la ciudad. En esta medida, no sólo se tiene en cuenta el valor de dichas imágenes sino el valor de su circulación debido a que merecen ser vistas y apreciadas. Además, para los capitalinos, verse retratados de esta manera significa una forma de legitimación como sujetos activos y que tienen una imagen en la cual identificarse en un mundo que no se ha visto a sí mismo como creador sino como receptor.

Asimismo, las tres imágenes exponen una situación que de una forma sutil e incluso “elegante”, refleja la falta de una buena gestión urbana. Este tipo de inundaciones se deben al mal funcionamiento del alcantarillado y es un tema que ha sido y continúa siendo un foco de críticas hacia la administración de la ciudad. Sin embargo, Carlos Caicedo logró encontrar una manera de utilizar ese defecto y convertirlo en una representación con altos valores estéticos y que, aún más importante, consiguió darle un lugar dentro de la cultura y tradición visual nacional e internacional a lo que significa (o al menos un aspecto de) vivir en la capital. Así, se pueden incluir estas imágenes en la historia del arte colombiano no como una muy buena referencia a Cartier Bresson y al “instante decisivo”, sino como creaciones o producciones artísticas que reflejan la identidad propia. Lo cual es sumamente importante porque desde la Colonia las sociedades y culturas latinoamericanas han sido relegadas a un rol secundario e inferior al europeo y estadounidense. América Latina ha sido periferia y derivación pero, especialmente a partir del siglo XX, se han tenido diversas iniciativas e intentos de crear una tradición propia y reconocida como creación igualmente válida a las de los centros hegemónicos. Debido esto, es necesario incluir estas fotografías como parte de esta autoconscientización respecto a la propia identidad y representación.

Carlos Caicedo. Sin título.

Figura 4

Carlos Caicedo. Sin título.

Carlos Caicedo. Sin título.

Figura 5

Carlos Caicedo. Sin título.

La segunda selección de imágenes consiste en dos fotografías sin título que presentan dos vistas nocturnas de la ciudad después de haber pasado la lluvia. Las luces de los locales, bares y restaurantes resaltan brillantes en el paisaje oscuro del que emergen las edificaciones. Ambas fueron tomadas desde una esquina, así que las dos muestran la intersección entre una calle y una carrera. En la primera de ellas se pueden observar dos hileras de carros parqueados a ambos costados de la calle mientras que los diferentes avisos alumbran el camino junto a los postes de luz. En la parte derecha de la imagen se puede ver a una pareja caminando, no obstante se pierden aún más en el anonimato ya que por su movimiento sus figuras quedaron borrosas. En la segunda foto se ven los carros que se acercan al lugar donde está el fotógrafo, por lo que no sólo se ven las luces de la calle sino las de los focos que apuntan hacia el observador. Al igual que en la otra fotografía, se ve a una pareja, esta vez de espaldas, que se aleja caminando por el andén. Estas dos imágenes, además de ser estéticamente agradables especialmente por las tonalidades de gris que captan un paisaje tan contrastado entre luz y oscuridad, revelan un panorama en el que los charcos en el asfalto reflejan la luz. De esta manera, aquello que brilla no es el cielo ni la noche estrellada sino el suelo mojado que resplandece con los brillos de las luces artificiales.

Estas dos imágenes plantean una perspectiva de la ciudad diferente a las tres anteriores, se trata de una mirada a lo que queda después de la lluvia. No muestran el furor ni la inclemencia de la tormenta, sino que se concentran en entrever un paisaje urbano frío y mojado. Es la imagen del momento en el que la vida nocturna se enciende y las personas pueden volver a salir después de la lluvia, el inicio y la reanudación de las actividades. También es una demostración de que en Bogotá existe vida en la noche, el movimiento no cesa ni con el anochecer ni con la tempestad. Siendo así, estas fotografías no son una idealización y vista “artística” de la realidad capitalina, sino que son una mirada oculta que testimonia un espacio vivo y cambiante. Además, son imágenes que muestran una ciudad latinoamericana, la capital de un país tradicionalmente caracterizado por su diversidad de ecosistemas y exoticidad en la naturaleza pero que raramente es pensado desde su modernización y como un lugar en el que también ha habido progreso, urbanización y tecnificación. Considerando lo anterior, estas imágenes se inscriben en la historia del arte como un vistazo a una cara de Colombia moderna y urbanizada, que vive en la contemporaneidad de la moda y la tendencia. Por esto, se enfrentan a una visión estereotipada y generalizada de Europa en la que América Latina es aún un lugar natural, salvaje y subdesarrollado.

Después de haber analizado ambos grupos de fotografías es pertinente retomar el concepto de viscosidad y ligarlo a la trascendencia de las imágenes de Caicedo. Se propone un entendimiento de estas imágenes como representaciones que, si bien toman concepciones ideadas en los “centros” de creación artística, fueron mucho más lejos y lograron apropiarse de ellos para adaptarlos a su propia realidad. De esta forma, el valor de estas creaciones sobrepasa la imitación y de pone como un arte con identidad y agencia propia, además de exponer nuevas miradas que no necesariamente recurren al exotismo. En este caso entonces se ha provocado un movimiento que lucha contra la inmovilidad del medio artístico en cuanto a la jerarquía y valorización del arte. Se trata de imágenes que hablan de realidades y experiencias particulares de espacios específicos pero que utilizan lenguajes visuales más universalizados. Por lo que se tiene una propuesta estética mucho más compleja que una imitación o un resultado de otras creaciones, sino de una construcción autónoma de una tradición que se auto-reconoce como válida y legítima.

Fin

Bibliografía